Crónica de Gracia Bergesi sobre la 6ta Sesión Ñoquisónica

De Ñoquisonics

El vapor terminó por desconar todos los micrófonos.

Mes a mes Lítrica y Ogara llegan unas horas antes como dos sacerdotes que preparan la ceremonia. Tiran los cables que nos conectan a todos, mientras sacan el ruido residual que habita nuestro salón vacío. Nos consienten también, porque no, poniendo micrófonos que nos permitan expresarnos a través del continente, cada sesión un poco más.

En la primera, quienes no teníamos instrumentos musicales sino de cocina, debíamos exagerar un poco nuestros movimientos para hacernos presentes en la música; la quinta, nuestro respirar entre bandejas, cuchillos,tablas y ollas era ya música que nos sorprendía escuchar, como a un niño descubrir su sombra. Una hora antes de conectarnos con LA la mayoría de nosotros ya estamos entrando y saliendo del salón, preparando nuestros instrumentos y espacios escénicos, saludándonos con una intimidad silenciosa y tangible.

No hay espacio para mucho más que un “¿Como estas?” y “¿Qué Falta?”, el silencio entre la prueba de sonido sabe a sacro. No lo convenimos, sucede. Solo se escuchan algunas directivas técnicas pero quedan afuera el día, la ciudad y las preocupaciones. El lugar es amplio, pero la caja negra te abriga y los rincones selectivamente iluminados te atraen hasta que caes en una abstracción, los cuerpos del equipo se unen y los 100 mts 4 que nos rodean desaparecen.

En un momento alguien se percata de la hora. Los proyectores ya están conectados y las pantallas de las computadoras brillan gigantes en dos paredes, una de frente a la disposición de nuestros cuerpos y la otra frente a la que más tarde será nuestra mesa para la cena. En Telegram los Metabolics pasan el link de zoom y aunque quizás, todavía entran y salen de plano, nuestro tiempo espacio compartido ya es un hecho. Nosotros sentimos su presencia casi en tamaño real en un plano general que los muestra frente a micrófonos e instrumentos colosales.

De repente las conversaciones internas entre equipos aminoran y alguien saluda de una o otra punta del continente. A partir de ahí se inicia una sucesión de tareas y procesos: hay miradas, a cámara, a la pared del proyector y entre nosotros. Hay una danza de manos que se mueven, objetos que se pasan, calor que crece, vapor que humedece, y sonidos que nacen y nacen e iteran y crecen. Hay palabras que brotan como certezas en cantos, rítmicas, desdibujadas, mediatizadas, estilizadas. Hay segundos que aparecen dudas, si, no siempre pero a veces pasa, al menos entre quienes cocinamos, y ahí usamos el español, como si fuera algo prohibido nos guiamos de forma rápida y monosilábica y reencauzamos la presencia en escena.

Uno de los performers cada sesión intenta moldear el juego a través de una perfografía. Una pieza diseñada para que el encuentro transite distintos momentos, para que la musicalidad explore distintos escenarios posibles y para que los tiempos entre espacios físicos se sincronicen.

Ésta es creación de el deseo personal del perfografx de turno, alineado al transitar de las experiencias anteriores.

Ésta se erige entonces como la primera regla de Ñoquisonics, seguir la perfografía. Hay una segunda regla tácita, todo lo que se hace dentro de la sesión es parte de ella.

Un decrescendo aparece natural cuando las tandas de ñoquis empiezan a salir. Cada uno va soltando su instrumento para pasar a retirar su plato caliente y desdibujar la música que poco a poco se convierte en charla.

Y el ritual no termina ahí, comemos soltando. Mucho podría decir de este último paso pero prefiero permitirte que descubras con sorpresa cómo se siente este momento.

Gracia Bergesi